Reflexiones de un hombre libre. Día 14.

Perfeccionismo imperfecto

Sala de espera.

Oficina con tonos grises y alguna planta intentando dar algo de alegría a una zona donde la gente va obligada para subsistir.

Te llama la recepcionista y te invita a pasar a la sala de reuniones, donde te esperan un par de personas.

Te van a entrevistar para un puesto de trabajo.

  • ¿Cuál sería tu peor defecto?

  • El perfeccionismo. Soy demasiado duro conmigo mismo y, a veces, con los demás.

VETE A LA MIERDA.

Después de estar haciendo entrevistas por casi diez años, voy a permitirme el lujo de decirte esto si nadie te lo ha dicho todavía: Nunca digas en una entrevista que eres demasiado perfeccionista.

Primero, porque lo dice casi todo el mundo. Decir lo mismo que los demás no suele ser buena idea.

Lo segundo, resulta que, el único defecto que tienes, ¿es ser demasiado perfecto? ¿Es querer hacer las cosas demasiado bien?

Huele a la milla.

/

Y, lo tercero, porque rara vez es verdad.

Ahora bien, sí es cierto que muchas personas cuentan con este perfeccionismo que les hace revisar, repasar y reanalizar muchas de las tareas o proyectos que llevan a cabo. Releer ese correo por quinta vez. Repasar el examen compulsivamente antes de entregarlo. Volver a evaluar pros y contras antes de tomar una decisión que ya estaba lista. Etc.

Es cierto que, el resultado final del trabajo, a pesar del tiempo dedicado, suele ser bastante bueno. Y, si no es bueno, al menos el pulcro. Quiero decir, si eres un vendedor y has enviado un mail para vender tu producto, puede que no vendas nada pero, al menos, no hay ninguna falta de ortografía.

En mi caso, llevo por bandera la filosofía contraria. Para lo bueno y para lo malo.

Soy experto en el 20% de las cosas que consiguen el 80% de los resultados.

Saco datos, analizo, releo el correo que voy a enviar, veo puntos a favor y puntos en contra… pero una vez tengo las cosas claras, voy pa’lante. Porque, lo demás, se aprende en movimiento.

La reflexión de hoy la escribí anoche, con una copita de vino después de cenar. Mientras escribo, estoy dejando que la idea que tengo fluya y la escribo lo más rápido que puedo, sin darle demasiadas vueltas.

Una vez que lo termino, le doy un repaso rápido y chau.

Hoy, mientras cenaba, mi querida esposa me ha regañado porque tenía una errata en la niusletter de ayer.

Querido lector, es posible que en la carta de hoy, y en las venideras, vea usted alguna errata. Le pido disculpas, pero mi tiempo de parado vale más que una letra mal puesta.

La balanza de esfuerzo/beneficio ya hace tiempo que estaba descompensada y, cada minuto que dedicara de más a otra revisión, era una ganancia marginal sobre el producto total. El valor se encuentra en el contenido y en la repetición de todos los días y, aunque evidentemente no me gusta cagarla, no debería suponer un problema para el resultado final.

Y esa, al fin y al cabo, es la tónica de la vida.

Tal vez algún día no entrenes pero, si lo haces regularmente, estarás en forma.

Tal vez hoy cenes una hamburguesa con patatas y tarta de queso pero, si sueles comer bien, estarás sano.

Tal vez hoy no hayas trabajado mucho pero, si sueles hacer bien tu trabajo, serás una persona valorada en tu empresa.

A lo mejor, hoy la has cagado. No pasa nada. Se soluciona.

Si eres de los que, de verdad, tienes el perfeccionismo como defecto, hay que ir trabajando para soltarlo. Los problemas que pueden aparecer nunca son tan graves como te imaginas ni te pueden llevar tanto tiempo como el que dedicas a diario en todo lo que haces.

Nadie espera que todo sea perfecto. Solamente tú.

Y no te puede salir bien.

Nos vemos en la próxima reflexión.

O no.

P.D: esto no quiere decir que no seas pulcro en tus labores. Simplemente que no seas obsesivo.

P.D.2: Estoy bebiendo vino porque la botella estaba abierta. Ya deberías saberlo.

P.D.3: deja de darle tantas vueltas y dale al botón de suscribirte. Es gratis y te puedes dar de baja cuando quieras. No seas perfecto, ¡dale!

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