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Un mar del color del vino
Que el mundo ha sido siempre dominado por hombres es un hecho.
Y hoy te voy a traer un dato curioso que respalda esto al 100%.
Te voy a traer un dato muy de hombre.
En la época clásica, y hasta hace bien poco en algunas tribus alejadas de la civilización, las personas no contaban con el vocabulario necesario para describir toda la gama cromática que percibe el ojo humano.
Únicamente describían los colores como blanco, negro, rojo y alguna palabreja más.
Veían el mar azul pero, sin vocabulario para describirlo, a Homero se le ocurrió definirlo como “vino oscuro”.
Se sabe que veían los mismos colores que vemos nosotros hoy día pero, si no tienen palabras para diferenciar el azul del rojo, acabarás llamándolo de la misma forma.
Esto, es muy de hombre. Se nos da mal eso de los colores.
Pero a donde quiero ir a parar es: aunque seas capaz de ver, sentir o identificar algo, si no tienes una palabra con la que describirlo, es muy probable que lo confundas con otras cosas o lo metas a un cajón desastre.
El lenguaje importa porque no solamente describe lo que vemos, también moldea cómo pensamos.
Cuando en la antigua Grecia no tenían un término específico para el azul, por más que vieran el cielo a diario, lo asumían como parte de otro color.
¿No te hace replantearte cuántas cosas damos por sentadas sin cuestionarlas, solo porque no tenemos palabras para separarlas del resto?
Aunque hoy es posible que te ocurra lo contrario: que utilices palabras donde no corresponden, haciendo que pierdan su significado.
Por ejemplo, llamando estrés a cualquier estado de alteración, ya sea por tener al niño llorando 5 minutos, por salir corriendo de unos quinquis en un parque oscuro o porque tu empresa está a punto de quebrar y no tienes con qué pagarle el salario a tus 150 empleados.
Te dejo una pequeña misión navideña:
Amplía tu vocabulario.
Amplía tu universo.
Nos leemos en la próxima.
O no.
P.D: el vino de Homero tenía que ser curioso, sí.
P.D.2: tampoco es necesario que adoptéis todas las palabras anglosajonas que vienen. No me gustaría acabar hablando algo parecido al suajili en 2050.