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Tu agenda parece un papel higiénico: ¿de verdad tanta tarea importa?

Saber qué afrontar primero o en qué enfocar tu tiempo y tu energía es, en la mayoría de las ocasiones, el factor diferencial entre el éxito y el fracaso. 

Entre ganar o perder. 

Entre avanzar 100 metros o 10.

Como me gusta decir justo después de la intro…

Te cuento.

En el éxito de priorizar correctamente nos encontramos dos enemigos fundamentales. 

El primero, el tener localizadas todas las cosas pendientes que tenemos y ocupar nuestro tiempo en hacer cosas. 

Muchas cosas. 

Pero que, en el fondo, no suponen un gran avance global por nuestra parte. 

Esto es el síndrome de tachar cosas en la agenda que tienen poco valor, son tareas casi automáticas y que postergamos “sin querer” aquellas que requieren más esfuerzo o nos dan más pereza (y a veces son las más importantes). Esta es la que, cuando al final del día ves todo lo que has hecho, te dices a ti mismo: 

«Hoy he currado como un campeón.»

El otro enemigo es el complejo de Superman. 

Es esa ilusión que tenemos a veces que nos hace pensar que somos capaces de todo. Que nos obliga a estructurar un día milimétricamente encajado para abordar todas las tareas que tenemos previstas y, en el extraño caso de que consigamos cumplir con el planning llegamos al final del día exprimidos totalmente.

Esto, somos capaces de mantenerlo un par de días y, después, nos encontramos sin querer en periodos de productividad increíblemente bajos, con desánimo o enfermos. 

Y no sabemos por qué. 

Bien, pues da igual que estés liderando una empresa o que estés organizando tu jornada de vacaciones en la playa. 

Replantéate las siguientes preguntas:

De todo lo que tengo que hacer, ¿qué es lo que me acerca más a mi objetivo? 

O, en su defecto, la contraria:

¿Cuál de las siguientes cosas hay que, si no hago hoy, me perjudica directamente y me aleja de mi objetivo?

Esto, te va a dar una o dos respuestas a lo sumo. 

La siguiente pregunta es: ¿tengo que hacerlo yo, o lo puede hacer otra persona?

Te sorprendería la cantidad de veces que lo puede hacer otra persona, sobre todo si ya tienes un equipo a tu mando, y no pasa absolutamente nada.

Te aconsejo que, si la respuesta es que lo tienes que hacer tú sí o sí, te lo replantees otra vez por si acaso.

Si puede hacerlo otra persona bajo tu supervisión, que lo haga y pasa a la siguiente, hasta que te topes con la que, sí o sí, tienes que hacer tú.  

Y encárgate de que esa tarea salga ese día.

Ese es tu mayor foco.

Si lo terminas, ya puedes pasar a las siguientes cosas como revisar la maldita bandeja de entrada del correo electrónico. 

Como esto así contado suena muy bonito, pero luego es difícil aterrizarlo, mañana te traigo un caso real.

Te cuento cómo le dimos la vuelta a una empresa que factura 800.000€ al año.

Hasta que llegue mañana, te voy a pedir un favor. 

Te voy a dejar de nuevo nuestra nueva web y te voy a pedir que la empieces a leer. Aunque no te interese el servicio.

Son un par de minutos.

¿Qué necesito que hagas? 

Que me contestes después al mail y me digas si te la has leído entera o, por el contrario, en algún momento te has aburrido y la has dejado de leer. 

Cuento contigo 💪

Nos vemos en la próxima reflexión. 

O no. 

P.D. traigo un caso real con hype un domingo, sí. El día que menos se lee la newsletter. Porque lo bueno, solamente es para los fieles. 
P.D.2: el enlace a la web es por aquí.