Se han complicado las mermeladas

El otro día te dejé a medias con el tema de las mermeladas pero, hoy, me lo vas a agradecer. 

Por si no lo has leído, hablamos sobre cómo las personas, cuando tienen muchas opciones donde elegir, colapsan y acaban tomando menos decisiones. 

No peores, que también puede pasar. 

Menos. 

No actúan. 

¿Nos da miedo la libertad?

El mundo ha ido evolucionando hacia una estructura social basada en el bienestar y un proteccionismo tremendamente alto para los ciudadanos. 

Eso está guay. 

O no. 

Nos está gustando tanto la comodidad que nos rodea que, muchas veces, somos capaces de aguantar durante años una situación incómoda con tal de no afrontar la incertidumbre. Con tal de no coger las riendas de nuestra vida. 

Te pongo un ejemplo. 

Hace unas semanas estuve cenando con unos amigos y me contaron el caso de un conocido suyo. Trabaja en una pastelería.

Lleva más de una década sin haber obtenido una sola promoción dentro de su empresa. 

Se levanta todos los días antes de las 5 de la mañana. 

Trabaja fines de semana. 

Cobra el salario mínimo. 

Y está hasta los huev0s. 

Pero no se atreve a moverse. 

Una vez abandone esa seguridad, se va a enfrentar a un mundo que tiene preparado mil opciones diferentes para él. 

A veces mejores. 

A veces, peores. 

Pero, ¿tanto miedo da perder algo que odias?

Karl Marx ya comparaba el puesto asalariado con el esclavismo del pasado y, después de muchos años y avances sociales para todo el mundo occidental: ¿no se ha conseguido una masa de población tranquilita y entretenida con sus necesidades básicas cubiertas y el ocio al alcance de un botón?

Nuestro cerebro está diseñado para mantenernos con vida y, para ello, lo más fácil y sencillo es mantenerse donde uno ya está.

Pero esto es tarea del cerebro reptiliano. Del más antiguo que tenemos.

Del cerebro primitivo.

Su función es básica, instintiva, visceral. Y va a hacer lo posible para que le hagas caso, incluso buscar ayuda en tu raciocinio para que le des la razón:

“No voy a encontrar nada mejor”

“¿Y si no puedo pagar el alquiler?”

“En otro lado va a ser más de lo mismo”.

Cualquier historia que le dé la razón y te quedes donde estás.

Párate un segundo y dime.

¿En qué tienda tienes más posibilidades de encontrar tu mermelada favorita? ¿En la de 24 sabores o en la de 6?

Puede que te lleve más tiempo. Más dudas. Más poder de decisión.

Tú decides cuánto esfuerzo te mereces.

Hasta aquí el speech, que mañana es Nochebuena.

Yo te seguiré mandando mails estos días.

Si en la cena hay algún momento en el que te consume la interacción social, revisa tu correo. 

Ahí voy a estar yo. 

Nos vemos en la próxima reflexión. 

O no. 

P.D: me gustaría saber qué opinas al respecto. Puedes contestar al mail y darme tu punto de vista.