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Reflexiones de un hombre libre. Día 9.
Buscar sin objetivo
Hoy voy a empezar por el final.
La lección de hoy es que, si quieres llegar al fondo de una persona, a lo que tiene escondido tras el cajón secreto, tienes que empezar mostrando tú.
Suena obvio, ¿verdad?
Yo también lo sabía y, con mayor o menor éxito, lo llevo intentando aplicar en las diferentes relaciones personales que he ido teniendo, ya sean personales o laborales.
Pero, joder, cómo se nota cuando uno lo hace a pecho descubierto o a medio gas.
Apenas llevo una semana escribiendo y compartiendo mis movidas y os resultaría increíble las conversaciones tan variopintas que he tenido desde entonces. Algunas de ellas con personas muy cercanas a mí y, otros, no tanto.
Exponer mis pensamientos al público ha hecho que otros vengan a mí a abrirse conmigo, en una especie de deuda de sinceridad no resuelta o intentando satisfacer la necesidad de, por fin, poder compartir algo que llevan tiempo guardando y no tenían a quién decírselo libremente.
Está a la orden del día mostrar nuestro disgusto con problemas de periferia, de primer mundo: problemas con la pareja, discusiones de trabajo, falta de dinero… Mucho más difícil resulta expresar, o incluso darse cuenta, de los vacíos más internos: el miedo, la soledad, la falta de propósito.
Sin embargo, son esas las conversaciones que hay que tener para poder seguir avanzando; para no quedarte estancado en algún punto.
No soy hombre de hablar de sentimientos, aunque os pueda parecer lo contrario cuando me leéis (soy un machote, no te pases ni un pelo). Tal vez por eso esté escribiendo, para dar salida con lo escrito lo que la voz no es capaz.
Tampoco puedo dar consejos sobre cómo compartir con tu alrededor lo que te quema por dentro, pues ni yo mismo lo hago, pero sí sobre lo genial que puede ser escribirlo. Tener que estructurar frases con sentido que den forma a lo que te ronda por dentro es una manera tremendamente efectiva de soltar.
Como si, una vez escrito, fuera parte de una tercera persona.
En ningún momento llegué a pensar que iba a escribir todos estos días y, ni mucho menos, que me iba a enseñar tanto. De un plumazo (nunca mejor dicho), estoy conectando más conmigo mismo y con las personas que estáis ahí detrás, aunque no hablemos en semanas.
He visto facetas de amigos que desconocía que tenían. He visto miedos que dudo que hubieran mostrado ante mí en otras condiciones. He conocido historias de otros que no conocía y que he visto cómo, al contarlo, les ha hecho bien por dentro.
En el libro de Siddhartha, de Hermann Hesse, en una de las conversaciones del final dice algo así como:
“Cuando alguien busca, sucede fácilmente que sus ojos solo ven la cosa que busca, y que no logra encontrar nada, que no puede dejar entrar nada en su interior, porque solo piensa en la cosa que busca, porque tiene un objetivo, porque está poseído por su objetivo. Buscar significa tener un objetivo. Pero encontrar significa estar libre, estar abierto, no tener un objetivo”.
Comencé esta serie de reflexiones sin buscar nada, sin saber hacia dónde me iba a llevar, y solamente me hallo encontrando cosas. Una de ellas se encuentra en la reflexión de hoy.
Sin buscar nada en concreto, suelta lo que tienes. Háblalo con alguien, escríbelo para entregarlo o para quemarlo si prefieres, pero suéltalo con la intención de comunicarlo.
Algo llegará. Alguien llegará.
Sin la ambición de encontrar, pero con el hambre del que busca, me voy.
Nos vemos en la próxima reflexión.
O no.
P.D.: qué poético he estado hoy, ¿no? No te acostumbres
P.D.2: ayer confundí martes con miércoles. Cosas de la gente en paro 🙂
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