Reflexiones de un hombre libre. Día 7.

"El Navegante"

Si me lo permites, hoy voy a retomar mis orígenes como docente y te voy a contar la historia de Enrique “el Navegante”.

Hay un motivo especial por el cual te voy a contar esta historia, pero vas a tener que esperar al final. Ya sabes cómo funciona esto.

Si bien con ese nombre podría ser cualquier pescador de la costa andaluza, Enrique fue el tercer hijo de los reyes de Portugal allá por el siglo XV. Así pues, trataremos con respeto al ilustrísimo Infante Enrique “el Navegante”.

No olviden su reverencia antes de proseguir con la lectura.

El ilustrísimo nació en 1394 y, para haceros un contexto muy rápido del mundo de esa época, os voy a dejar tres detalles clave:

  1. Europa estaba sumergida en la fiebre de las especias. Después de llevar miles de año comiendo los alimentos sin ningún tipo de gracia, la exportación de especias de la India causó sensación. Tanto boom pegó, y tan arriesgado era traer la pimienta hasta la mesa de los pijos de París, que el precio superó al del oro. Oro negro era su nombre.

  2. Con Europa curtida en mil batallas y las monarquías e Iglesia en su máximo apogeo, el continente era un desastre. Guerras por aquí, matrimonios reales por allá, imposiciones papales por detrás… Solamente nos llevábamos bien con otro país si nuestros reyes estaban casados el uno con el otro y, por supuesto, si obedecíamos al mismo Dios todopoderoso (o a su Iglesia).

  3. Aunque pueda parecer evidente, es importante recalcar que América no se había descubierto todavía. El mar Mediterráneo era el charco más codiciado y por él fluía el tráfico de mercancías. Los turcos, los piratas de le época.

Vivían sin chocolate e hipotecándose para echarle pimienta al pollo. Muy guapa la vida medieval.

Volviendo a la vida del Quique, tenía el puesto que a mí me hubiera gustado tener en caso de vivir en la familia real. El tercero, el que no le importa a nadie.

Si sabes cómo gestionar tu ego y saber que jamás vas a ser rey, puedes vivir una vida muy guapa.

La cosa es que, cuando era un joven fornido y valeroso (21 años), participó en la conquista de Ceuta y allí se dio cuenta de la cantidad de riquezas y recursos que podría esconder África, con unas rutas comerciales todavía escasas.

Así pues, con la idea de que papá le reconociera que su tercer hijo también era útil, se propuso expandir esas rutas y aumentar la riqueza y el poder de Portugal.

Para ello, dedicó toda su vida en el desarrollo de unos barcos que pudieran navegar más lejos que ningún otro. Barcos que no se destrozaran por la fuerza del océano o tuvieran que acudir a tierra cada dos por tres. Señoras y señores, este señor de sangre azul promovió la construcción de la carabela. Con este tipo de navíos, el señor Cristóbal llegó al nuevo mundo unos años más tarde.

Estableció una base en Sagres y se juntó con navegantes, marineros, cartógrafos, científicos y la madre que les parió a todos para la creación de un barco que destinado a descubrir el mundo.

Aunque la carabelas le dieron un impulso espectacular a Portugal con la exploración del continente africano, no pudo vivir para poder ver su gran objetivo: bordear el continente para traer las especias de las Indias por una ruta lejos de los asaltantes turcos.

Tampoco pudo ver la guinda del pastel: el descubrimiento de América.

El infante Quique tardó veinte años en abrir la primera ruta africana con uno de sus barcos y dedicó cuarenta años de su vida a un propósito que no fue capaz de disfrutar. Tuvo una visión y no tuvo reparos en dedicar su cuerpo y alma en intentar conseguirlo.

Nada ha cambiado de una época a otra. Las personas vamos caminando la ruta que tenemos prefijada hasta que hay algo que nos llama. Enrique estudió y fue a la guerra como hijo de reyes que era. Nosotros vamos a la universidad y después a trabajar, como curritos que somos.

¿Es ese el propósito que tenemos en la vida? Está claro que no. Hay algo que nos falta por descubrir mientras vivimos y que, una vez lo vemos, no podemos ignorar.

A lo mejor lo viste a los 16 y no le hiciste caso. Tal vez a los 40 o, a lo mejor, todavía andas perdido. Sea como sea, es momento de retomarlo.

No hace falta dejar toda la vida que llevamos para dar voz a aquello que nos encanta pero tampoco tiene sentido hacer oídos sordos a lo que nos está gritando el corazón.

Vengo de un sector puramente vocacional y he conocido personas que han dado giros de 180 grados a sus vidas para poder dedicarse a lo que les gusta. Como compañeros de trabajo he tenido ingenieros, abogados, panaderos, fontaneros, técnicos de rescate, profesores…

Cada uno con su historia, pero todos hicieron una cosa igual: escuchar lo que querían de verdad e ir a por ello.

Es muy posible que, mientras has leído esto, te haya venido a la cabeza algo que te hubiera gustado hacer y no has podido.

Ese es el camino.

Mi consejo: sé como Enrique.

Nos vemos en la próxima reflexión.

O no.

P.D: si no sabes cuál es tu camino todavía, tranquilo, estamos en familia. Yo lo sigo buscando y, si quieres buscarlo conmigo:

P.D.2: espero que anoche solamente cayera una copa de vino. El plan era brindar, no acabar de party.