Reflexiones de un hombre libre. Día 5.

Ajo y agua

Ajo y agua.

A joderse y a aguantarse.

Pocas frases hechas esconden tanta contundencia y tanta verdad. Y, además, dan tanto gustito decirlas.

En muchas ocasiones, nos tenemos que morder la lengua para no soltárselo a algún impertinente que esté orbitando a nuestro alrededor.

Alguna queja molesta, ya sabes.

También es verdad que, más veces de la que nos gustaría, es a nosotros a los que nos toca llevarnos nuestra ración de ajo y agua.

Por ejemplo, ese domingo, que bien podrías estar disfrutando en una terracita, te toca trabajar porque el informe tiene que estar el lunes a primera hora… ¿Te apetece? No.

Pues ajo y agua.

Es curioso porque resulta que, el ajo, es un alimento de la hostia.

Te lo juro.

Resulta que es como el Messi de la comida. Y, nosotros, pidiendo que no pongan ajito al filete.

El ajo (te lo cuento porque sé que te interesa) tiene beneficios muy locos si lo consumes de forma habitual: reducción de la presión arterial y del colesterol. Previene formación de coágulos y diferentes tipos de cáncer. Antioxidante, antiinflamatorio… y más cosas que me canso de escribir. Esto no es una news de salud.

Se lo puedes consultar a Chat GPT: “Qué beneficios demostrados científicamente tiene el consumo diario de ajo”. Alusina, bebé.

Lo malo del ajo es que, si comes un poco hoy, todavía te estás acordando de él en 2026.

También entiendo que, muchos de los que me estáis leyendo, sois todavía florecitas en el mercado del amor. Y claro, hay que estar listo por si os encontráis con Shakira. Un ajo no puede llevar esa oportunidad a pique.

Perdón.

Así que, ahora, te toca decidir. Si prefieres tener un aliento fresco y mantener la oportunidad de besar a Shakira o, por el contrario, tener una salud de hierro y fundirle las pestañas cuando se acerque.

La vida son decisiones. Ajo y agua.

¿Lo ves como sirve para todo?

Este tipo de decisiones se pueden escalar a niveles mucho más profundos.

De joven, has podido comerte el ajo de quedarte en casa estudiando y hoy, ya siendo un joven con experiencia, seguramente tengas un camino más fácil. También pudiste elegir disfrutar de la adolescencia y ahora tendrías otro camino que transitar.

Te puedo poner en la misma encrucijada con lo que llaman Camino del Éxtasis o Camino del Vértigo.

El primero te ofrece una vida mucho más completa, más feliz. Para alcanzarla, sin embargo, tienes que dedicar mucho tiempo a tu crecimiento personal, la meditación, la contribución social… Es un camino muy espiritual.

La segunda es donde la mayoría de personas vivimos hoy en día. Una entrega rápida a los placeres del día a día que, sin embargo, te acaban dando como resultado una vida más vacía o superficial.

Sobre esto puedes escuchar un poco más en el podcast que te mencioné el otro día.

A mí lo del camino del éxtasis me queda un poco lejos aún, la verdad. No te voy a engañar.

Tú decides qué tipo de vida llevar. Nadie va a hacer las elecciones por ti ni va a sufrir las consecuencias en tu lugar.

Puedes comer ajo hoy y ser un roble mañana.

Puedes disfrutar de Shakira y pagar el precio acumulado después.

Yo siempre prefiero hacer unos pocos sacrificios por el camino que tener que pagar el peaje al final.

Por eso dejé mi trabajo.

Hay veces que, aunque estemos en un lugar que parece estupendo con todas las comodidades del mundo, lo que estamos haciendo realmente es hipotecar nuestro futuro. Tuve la suerte de ver la oportunidad y lanzarme.

No tiene nada que ver con la empresa. Pero si quería seguir creciendo, había que cambiar de pecera.

Ajito y a correr.

Y, así como te lo estoy contando, ahora te toca pensar: ¿no hay ninguna situación donde te compense comerte un ajo?

Nos vemos en la próxima reflexión.

O no.

P.D: esta vez no te he recomendado ningún libro o podcast. En su lugar, te recomiendo suscribirte.

P.D.2: te pido tu email, no dinero.

P.D.3: no siempre hablaré de ajos. Aunque tampoco te lo voy a prometer.