- El Efecto 1%
- Posts
- Reflexiones de un hombre libre. Día 2
Reflexiones de un hombre libre. Día 2
Quemen sus naves
La zona de confort es tremenda mierda.
Pero qué bien se está, eh.
La zona de confort, si te paras a pensarlo durante más de 2 minutos, es un ideal al que todo el mundo aspira en algún momento: estar tranquilo, tenerlo todo “controlado”, llevar la cuenta de los días sin especiales sobresaltos ni sorpresas…
En este periodo de paraíso, la sensación de alerta disminuye (estrés o ansiedad), se generan hábitos y rutinas que resultan cómodas y cada vez nos suena más lejos eso del cambio. Llegamos, incluso, a estar satisfechos con lo conseguido, comenzando a amilanarnos nuestro propio cabello con gestos de autocomplacencia.
Qué bien lo he hecho. Qué a gustito estoy.
Como si estuvieras en un parque de bolas con los perfiles de la estructura protegidos, trabajas (o vives) sin riesgos aparentes. Comienzas a mejorar en las tareas que repites una vez tras otra y, al mismo tiempo, empiezas a perder esa chispa cuando aparece una situación nueva. Encaminando las decisiones y el entorno cada vez más hacia los mismos patrones y la innovación, el desarrollo personal y el crecimiento se van viendo cada vez más mermadas ante la falta de estímulos.
Cuando llegamos a este punto, las personas nos podemos tirar años sin mover un dedo, aún cuando las cosas no estén yendo bien.
Como podrás imaginar, nada en la vida se mantiene estable y, mucho menos, seguro. Lo que para ti y tu cabecita era impensable cambiar, se ha podido ir al traste, ha podido empezar a no gustarte o, incluso, a sentarte mal.
¿Cuántos ataques de ansiedad están aflorando hoy en día por situaciones laborales que causan un estrés crónico mantenido durante años?
¿Cuántos padres se han perdido la infancia de sus hijos porque tenían que cumplir con las expectativas de su empresa?
¿Cuántos han sufrido el abuso o humillación de su grupo de amigos porque, simplemente, era su grupo de amigos?
Cuando uno alcanza la zona de confort y empiezan a aparecer cosas que no gustan, poco a poco empieza a recibir señales de su cuerpo (o del propio universo) pidiendo algún cambio. Pidiéndote dar un paso para salir de ese confort y solucionar lo que te está machacando.
Pidiendo salseito del bueno.
Lo que tardes en actuar es lo que va a determinar la fuerza de transmisión del mensaje y de las consecuencias del mismo. Para salir de la zona de confort, se habla tradicionalmente de tres causas: por inspiración, por desesperación o por una causa externa y abrupta (muy bestia).
La inspiración es la más bonita y la que causa más inicios de cambio. Lees un libro, escuchas una conferencia inspiradora, tienes una charla que te ofrece nuevos puntos de vista…
…lees un tremendo ensayo como el mío…
La desesperación es una forma de impulso negativo que sale del interior. Los puntos negativos vencen por goleada a la estabilidad y resistencia al cambio que ofrece la zona de confort y sales por patas. Puede ocurrir en una discusión tonta de pareja donde, una de las personas, ya venía tremendamente quemada de la relación. Sin que la otra persona entienda muy bien por qué, haber dejado la tapa del váter subida ha podido escalar la discusión hasta que coge las maletas y se va.
Y no creo que tenga que añadir mucho más sobre la última. Mañana tienes un accidente en la carretera y acabas en silla de ruedas. Adiós zona de confort.
Da igual cómo salgas de ella, que pasas a una zona denominada Zona de Ruptura (Breakdown). Aquí puede surgir la confusión, el miedo, el caos, la desorganización emocional o las dudas.
Si la zona de confort es una mierda, esta parte lo es aún más. Es el principal obstáculo de realmente escapar de ese confort y donde la mayoría de las personas reculan. Cuanto menos fuerza haya moviendo el cambio, cuanto más fácil sea volver atrás, más probabilidades hay de que esto suceda.
Por esto mismo, es más común escuchar grandes cambios de la gente tras una buena hostia que tras una lectura de un libro. Es mucho más fácil echar atrás cuando pretendes estudiar todos los días en casita que cuando el banco te echa de casa por no pagar la hipoteca y tienes que dar de comer a tus hijos.