Reflexiones de un hombre libre. Día 15.

Al buen hacer

Ayer tuve una mañanita bastante ajetreada.

Una mañanita de esas de trámites administrativos con uno de nuestros queridos órganos competentes del país.

No sé si os disteis cuenta de que ayer por la mañana tuvimos lo más parecido a un diluvio universal en Madrid. Uno de esos diluvios que dejan el tráfico mañanero parecido a la cara de los famosos de Telecinco después de pasar por quirófano: a fockin disaster

Si no eres de Madrid, ya lo sabes.

Yo sé que, hablar del tiempo, puede parecer un recurso barato de ascensor y que puede parecer que es una nius de relleno, pero es importante para el fin último. Es importante porque esto deja al ciudadano medio bastante alterado, después de haber pasado una hora en el coche para llegar a su destino entre oscuridad, lluvia y cretinos al volante.

Yo, por suerte, iba tan tranquilo escuchando un podcast de Adrián Sáenz con un buen señor que se llama Paco y hace millones en Amazon. Te aviso: contiene ideas revolucionarias. Luego no me vengas llorando.

La cosa es que, en la oficina en cuestión, a las 9 de la mañana no había ni Cristo. Las funcionarias llamaban a palestra a los citados y ahí no había nadie. A todo el mundo se le comió la lluvia de Madrid.

Cuando me tocó a mí, me encontré con, ojo ante tal afirmación, la mejor funcionaria que puede existir. Ana Isabel se llamaba.

Una señora de más de 60 años con verdadera devoción por atender y comprender el problema de la persona que tiene delante. Educada, sonriente, bromista a veces y preocupada por la situación actual, intentando promover cambios en la administración.

Os podéis imaginar mi cara al ver eso.

Para que me conozcáis un poco más, mi visión de la vida ha ido evolucionando desde el socialismo platónico juvenil hasta el cinismo actual ante todo lo subvencionado y mantenido por el Estado.

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Como yo ahora. Manda cojones.

Mantengo una posición muy crítica ante la idea de contratar a personas de por vida sin un régimen regulatorio, disciplinario y con objetivos claros, que está derivando en los problemas que tenemos hoy día en nuestro país.

Pero ese es otro tema. Me lo guardo para otra reflexión 😏

A donde quería ir a parar es al buen hacer de mi nueva amiga Ana Isabel. Lleva toda la vida trabajando, está en un sitio que le va a exigir lo justo hasta que se jubile, se ha tenido que chupar la misma odisea que yo para llegar, le espera un día de retrasos y problemas y, lejos de caer en la desidia, en la apatía o en el mal hacer, brilla en su trabajo.

Maravilla.

¿Por qué nos cuesta tanto encontrar gente así en sus labores?

Todos tenemos días malos pero, si no estás bien o no te gusta lo que haces, ¿por qué continúas? O, estando allí, ¿por qué decides pasar 8 horas cabreado y de mal humor?

No quiero ser algo parecido a Mr. Wonderfull y poner cositas en tazas, pero decidir tomarte el tiempo que tienes como un reto o un juego te va a traer muchos más beneficios que como un castigo. No sabes qué oportunidades o qué personas vas a conocer durante ese tiempo.

Es bastante crudo admitir que somos nosotros mismos quienes decidimos estar de mal humor. Si no, te pongo un ejemplo muy rápido y muy tonto que nada tiene que ver con la oficina: el pesado de mi perro.

Mi querido perro, Armin para los amigos, está bastante loco y le emociona bastante la vida y las personas. Le emociona a nivel de saltos, ladridos, enfados, alegrías… un popurrí de emociones.

Mi perro es siempre el mismo. Lleva siendo igual desde que nació y, sin embargo, yo no actúo siempre igual ante sus movidas. Hay días que me dan igual, hay días que me pongo de muy mala leche y, aunque pocos, hay día que me hacen gracia.

¿Quién sino yo soy el responsable de si me enfado con él o no? Y, peor aún, ¿quién decide si me pone de mal humor los 40 minutos que quedan de paseo o sigo tan pichi?

Así pues, volviendo al tema inicial, quería decir dos cosas para concluir:

  1. Viva la gente como Ana Isabel.

  2. Si esta mañana te levantas cabreado, piensa que el cabreo es una decisión voluntaria tuya. Proyecta lo que queda de día: ¿te va a beneficiar en algo el mal humor?

Nos vemos en la próxima reflexión.

O no.

P.D: ayer me propusieron ampliar el contenido de la biblioteca e incorporar la selección de los vinos que van cayendo tras la pantalla. ¿Os animáis?

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