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Mandar sin gritar: la magia de la autoridad silenciosa
¿Cuándo fue la última vez que en tu oficina se hizo un silencio incómodo porque vuestro jefe empezó a gritar como un desquiciado?
Hay alguno que se queda en shock. A otros le hierve la sangre por dentro.
Aunque mi preferido es el que, sin saber cómo reaccionar, se le escapa una risilla… Un deporte arriesgado.
Voy a abrir hoy este melón y, si tenemos suerte y consigo que uno solo de estos jefes me lea y reflexione sobre esto, habré conseguido mucho:
Gritando cada dos por tres no consigues respeto.
Puedes llegar a generar miedo, rechazo, ira, indiferencia, odio, desmotivación, estrés crónico, falta de confianza, miedo a la innovación, resentimiento, desconexión emocional…
Pero respeto, no.
¿Seguro que quieres ir por ahí?
Nadie va a negar que, un par de gritos bien usados, pone las pilas y quita las tonterías en muchas ocasiones.
Pero llegar a los gritos es como llegar a las manos cuando discutes con alguien en la calle.
¿Puede que arregles un problema que te tiene arrinconado en un momento puntual? Sí.
¿Te conviene irte dando de leches cada vez que uno se salta un ceda al paso? Permíteme que lo dude.
Si quieres construir un equipo sólido, donde se respecte tu autoridad y no te haga falta convertir tu oficina en un circo cada martes, debes construir un respeto auténtico, basado en coherencia, convicción y trato humano.
Tienes que imponer la autoridad silenciosa.
Esa autoridad que habla sola gracias a tus valores, tu forma de trabajar y tu visión.
¿Alguna vez has visto a Ancelotti (entrenador del Real Madrid) en un partido mientras pierden 2-0? Hay entrenadores que no paran de gritar, saltar, insultar, blasfemar… Ancelotti te mueve una ceja y, cada 15 minutos, dice dos frases.
Hoy es el entrenador más laureado de la historia.
No se trata de guardar silencio como si fueras un fantasma. Se trata de escoger tus palabras con cuidado. Un Estamos en esto juntos, confío en vuestro criterio puede motivar más que cien discursos ruidosos.
Cuando toca corregir a alguien, que tocará, lo haces con respeto y sí, con firmeza. Se busca resolver un problema, no humillar a nadie.
Te sorprendería cuánto aumenta el respeto cuando la gente percibe que, detrás de tu tono sosegado, hay criterio y empatía. Se puede ser muy duro en una charla e, incluso, despedir a las personas sin levantar la voz o atacar personalmente.
En muchas ocasiones gritas para aliviar tu propio estrés o desahogarte tú mismo: Apúntate a boxeo. va a ser más efectivo.
La credibilidad es la clave: si actúas de forma coherente con lo que predicas, si no cambias de opinión cada cinco minutos ni te dejas llevar por el pánico, tu equipo se alineará contigo de forma natural.
Lo que se impone a berridos termina pareciendo un show que, tarde o temprano, pierde audiencia. Pero lo que se dice con aplomo y coherencia cala hondo.
Nos vemos en la próxima reflexión.
O no.
P.D: a ver quién es el valiente que le echa dos narices y le reenvía este correo a su jefe gritón 😂
P.D.2: sí que puedes reenviárselo a tu compañero de batallas. Para comentar en el café.