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J.K. Rowling
Y su lección de mentalidad
Seguro que sabes quién es J.K.Rowling.
A lo mejor, si te la cruzas por la calle, no le das ni media bola, pero has leído sus libros de Harry Potter o has visto las películas casi con toda seguridad.
Es increíble el fenómeno en el que se ha convertido Harry Potter.
Ya no solamente ha sido una saga de éxito, como lo ha podido ser Indiana Jones, por ejemplo, si no que se ha convertido en una forma de vida para una generación entera (y van a por más). Un nombre que tiene un valor estimado de 25.000 millones de dólares.
Y hace 30 años, la autora vivía del paro, era madre soltera y acumuló varios años y más de 12 rechazos a su propuesta de Harry Potter y la piedra filosofal.
¿Te imaginas lo diferente que habría sido todo si se hubiera rendido?
Estoy seguro de que esta historia ya la has escuchado antes, pero no por ello no merece ser vista con especial atención y foco.
Tras divorciarse de su marido, se fue a Edimburgo en 1993 con su hija y comenzó a escribir Harry Potter.
Vivía de las subvenciones del país. Ella y su hija.
Lo terminó en 1995 y fue de editorial en editorial hasta que Bloomsbury aceptó publicarla en 1997. Unas doce editoriales le mandaron a paseo cuando llegó con su huérfano mago antes de que la hija del director de Bloomsbury se quedara enganchada con ese libro.
La hija del director. Porque él, había pasado rotundamente de la novela.
¿Qué hubiera pasado si, tras cada “no”, JK se hubiera hundido? ¿Qué hubiera pasado si hubiera asumido cada “no” como un ataque a su valía o a su capacidad de ser escritora?
Te lo digo muy rápido: seguiría atascada en el fango.
Una mentalidad de crecimiento no acepta jamás un “no” como un fracaso personal. Como una derrota de la persona o la valía.
Una mentalidad de crecimiento acepta el “no” como una oportunidad de crecer, de pivotar o de reajustar. Pero sigue enfocada en el camino hasta llegar al “sí”.
La última vez que te dijeron que “no”, ¿te lo tomaste como un aprendizaje? ¿O estuviste flagelándote lo que restaba de semana por no haber hecho bien las cosas?
O, lo que es peor, acabar encerrándote en la pantalla del teléfono o en los maratones de Netflix por el mero hecho de hacer algo y acabar encontrándote con el “no”.
A mí me da igual que me digas que no.
Me lleva dando igual tiempo y me seguirá dando igual. Porque siempre encuentro a una persona que acaba dando el “sí” y se produce la magia.
Para el que va a decir que “no”:
Nos vemos en la próxima reflexión.
😉
P.D.2: suscríbete. Dos “no” seguidos es de mala educación