Imb€siles

Everywhere

Soy imb€cil.

No lo soy la mayor parte del tiempo, pero he de estar pendiente para no serlo más de lo que corresponde.

Y yo te agradezco que estés aquí leyéndome. De verdad, de todo corazón.

Pero tú también eres imb€cil.

Al menos, cuando no estás pendiente de no serlo.

Voy a proceder a desarrollar esta intro antes de que me odies. Prometo rebajar tensiones.

Ya he explicado por aquí en otros correos que tenemos dos cerebros diferentes, ¿verdad? Tenemos uno que es el vulgarmente llamado “emocional” y, el otro, es el “racional”. No voy a entrar en términos técnicos que no apetece leer un viernes por la mañana.

La cosa es que aprendemos mucho a través del cerebro racional. El que procesa la información lógica. El que entiende las cosas.

Pero, la realidad, es que nos movemos y vivimos la mayor parte del tiempo con el emocional. Con el que, entre otras funciones, consigue que pongas el piloto automático cuando vives para gastar menos energía.

Por ejemplo, has aprendido a conducir gracias al cerebro racional: cómo funcionan los pedales, las marchas, entender las señales de tráfico, cómo se mueven los otros vehículos…

Te dedicas a ir conduciendo prestando máxima atención a todo, razonando cada movimiento del entorno y tuyo hasta que, de repente, eres capaz de ir conduciendo mientras hablas por teléfono, vas pulsando la pantallita de Google Maps y adelantando por la izquierda a algún paquete.

Ya está interiorizado y toma el control de muchas de tus funciones el cerebro primario. El emocional.

¿Y a qué viene todo este rollo?

A que sabemos de sobra, y repito, de sobra, que para conseguir aquello que nos hemos propuesto hay que dedicarle tiempo y esfuerzo. Que no por haberte apuntado al gimnasio y llevar a dieta desde el lunes, vas a aparecer el fin de semana con unos resultados de locos.

Que no por haberte comprado el paquete de aprende inglés en 15 minutos al día, vas a hablar como un nativo a la primera semana.

Que quien algo quiere, algo le cuesta.

Y lo sabes muy bien cuando hablas con otra persona. Cuando te está contando que no ve resultados o que se ha desanimado en el camino hacia.

Pero cómo cuesta verlo en uno mismo, eh.

Hoy estoy aquí para decirte, simplemente, que no seas imb€cil.

Hay algo que estás intentando conseguir ahora mismo y, según me estabas leyendo, te ha tenido que venir a la cabeza.

No lo abandones. Deja que el tiempo haga que te deje de costar, que pase la frontera de lo racional y de lo forzado hasta que, llegue un momento, en el que empiece a fluir.

Solamente habrás perdido el tiempo si te rindes antes de acabar.

Nos vemos en la próxima reflexión.

O no.