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Hablar sin conectar: la forma más rápida de que te ignoren
Si no sabes cómo entra la información en su cabeza, tu mensaje se pierde en el limbo.
Mira, ya hemos dejado claro que no puedes explicarle a tu jefe recién llegado lo mismo que a tu tía abuela con las mismas palabras. Pero déjame complicártelo un poco más:
No solo tienes que ajustar qué dices, sino cómo lo dices.
Y aquí es donde empieza lo divertido.
La realidad es que no todos entendemos la información de la misma manera. Algunos necesitan que les pintes un cuadro, otros prefieren que les hagas sentir el mensaje, y unos cuantos quieren que se lo desmontes paso a paso como si estuvieran construyendo un mueble de Ikea.
Si no sabes cómo recibe información la persona que tienes delante, lo que dices puede entrarle por un oído y salirle por el otro. O peor, ni siquiera entrar.
Por ejemplo, hay quienes necesitan imaginar lo que dices. Les hablas y su cabeza empieza a construir imágenes. Si estás explicando algo abstracto o sin referencias visuales, se pierden.
Se quedan como cuando fui al Pompidou de París y me dijeron que un váter colgando era arte. To’ locos.
Les tienes que decir: “Imagina esto…” o “Piénsalo así, como si estuvieras viendo tal cosa”.
Luego están los que necesitan sentir lo que dices. Son los que no te compran ideas, te compran experiencias. Si les cuentas algo, no quieren que les pintes un cuadro, quieren que les digas cómo va a ser, qué van a experimentar.
No les cuentes lo bonitas que son las playas del Caribe, sino lo a gusto que van a estar al atardecer con una caipiriña en la mano mientras les hacen un masaje en la espalda.
Y, claro, no podemos olvidarnos de los que son más de lógica pura y dura. Estos quieren hechos. Paso a paso. Necesitan entender el cómo, el porqué y el para qué. Son los que se fijan más en cómo dices algo que en lo que estás diciendo.
Si les hablas de sentimientos o imágenes abstractas, probablemente piensen que estás intentando venderles una moto sin ruedas.
Pero esto no es todo.
Ya te gustaría.
Y a mí.
Pero, además de cómo reciben la información, tienes que entender cómo ven el mundo.
Hay personas que viven orientadas a objetivos. Lo que les importa es el resultado. Da igual si tienen que subir la montaña descalzos o en helicóptero, lo único que quieren es llegar a la cima.
Si no hablas de lo que van a conseguir al final, desconectan.
Otras personas disfrutan del camino. Lo suyo no es la cima, es cada paso que dan. A ellos no les puedes hablar solo del destino, porque les importa más cómo será el viaje.
Si no les explicas cómo se van a sentir mientras avanzan, tampoco conectarás.
Y luego están los que ven la vida a través del filtro de los problemas. No les hables de objetivos ni de experiencias si no les cuentas cómo vas a ayudarles a evitar las cosas que les quitan el sueño.
Son los que ven agujeros antes de ver puentes, y necesitas abordar esas preocupaciones para que te escuchen.
Así que, la próxima vez que hables con alguien, no te lances a soltar tu discurso como si fuera un monólogo.
Fíjate en cómo responde.
Escucha.
Observa.
Porque la clave de comunicar bien no es hablar bonito, es saber cómo la otra persona está procesando lo que dices.
Nos vemos en la próxima reflexión.
O no.
P.D.: Si estás pensando en alguien que también necesita entender esto, envíale este correo. Comunicar bien no es solo hablar, es construir un puente. Y cuanto más lo practicamos, más lejos llegamos.
P.D.2: si te han reenviado el mail, es por aquí para recibir más.