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Otra de experimentos curiosos
Y el por qué de mis clases de ciclo
Os traigo otra ración de experimentos muy locos que han marcado el rumbo de la neurociencia y, nosotros, aquí sin saberlo.
He de confesar que, esto de los experimentos, me está molando bastante.
Estoy actualmente leyendo un libro que se llama El cuerpo lleva la cuenta, de Bessel van der Kolk, y tengo bastante contenido pendiente para ir soltándolo por aquí.
Hoy, nos centramos en un experimento que explica por qué narices podía subirme a una bici de ciclo indoor siendo monitor y darme 4 clases seguidas y, al mismo tiempo, apenas era capaz de aguantar un entrenamiento de intensidad media/alta en la bici que estaba en la sala.
El sentido común nos dice que, cuando te lo estás pasando bien o cuando hay algún acompañamiento potente (luces, música alta…) es más fácil y llevadero hacer deporte, ¿verdad?
Por eso, las salas de ciclo se han convertido en discotecas.
Por eso, cuando hago pesas, llevo la auténtica música de Satanás en los auriculares.
Pues resulta que las emociones fuertes reducen la sensación de dolor hasta en un 30%.
En el experimento, cogen a antiguos veteranos de guerra, les sentaban en una sala y les metían la mano en agua congelada. Unas veces sin nada más y, otras, viendo escenas bélicas que les transportaban a sus momentos de guerra.
Con las películas, el cuerpo segregaba analgésicos similares a 8 gramos de morfina.
Muy loco.
Aunque, si lo pensamos fríamente, esto tiene bastante lógica, ¿no?
Si te estás jugando la vida con un rinoceronte, es de agradecer que duela un poquito menos cuando te arreé un buen golpetazo.
¿Y para qué nos sirve saber esto?
Pues la cosa es que, ahora, puedes utilizar esta información para hackear otra vez tu organismo y obtener algún tipo de beneficio puntual.
Entrenar o dedicar la parte más exigente del entrenamiento con música o viendo algún tipo de vídeo previo que te motive, te va a ayudar a sacarle más partido.
Si estás en alguna rehabilitación dolorosa y el fisio te va a machacar, puedes ir enfocándote para que la paliza sea más liviana.
A los que le gustan los tatuajes, van a sufrir menos visionando algo que les emocione o les altere que viendo gatitos en Instagram.
Por suerte, yo hoy no necesito recurrir a este hackeo. Según mando este email, me voy a la playa.
Tú, si no tienes la suerte de ir a la playa, puedes pensar cómo vas a enfocar el entrenamiento de hoy, por ejemplo.
También puedes hackear tu cuerpo leyéndote mi libro. Para que veas que hay opciones para todo.
Nos vemos en la próxima reflexión.
O no.
P.D: te dejo el libro en la biblioteca.
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