Reflexiones de un hombre libre. Día 1

Ayer, después de 11 años, dejé mi trabajo. 

Por primera vez desde que tengo uso de razón, hoy me levanto sin nada que hacer. 

Es el primer día de mis 31 años de recorrido en el que no tengo ninguna obligación, más allá de cuidar a mi perro. Me he levantado sin trabajo, sin curso o formación en marcha y sin ningún camino establecido al que adherirme. 

       Hoy me he levantado libre. 

Acabo de renunciar a mi trabajo tras más de 11 años de recorrido y he roto con todo por lo que he trabajado durante tanto tiempo: mi rutina, mis objetivos, mis privilegios, mi entorno... He dedicado mi tiempo y esfuerzo a ir subiendo en la escalera hasta conseguir un buen trabajo, buen sueldo y buenos beneficios. Hoy no tengo nada de eso. 

Hasta el día de hoy, siempre he tenido claro el camino a seguir. El paso por la universidad era algo prácticamente obligatorio. Mientras estudiaba, ya empecé a trabajar en la empresa a la que ayer dije adiós y, en el mundo laboral, es bastante sencillo saber cuáles son los siguientes pasos: puestos jerárquicos, competencias requeridas, experiencia necesaria... Solamente tienes que preocuparte de intentar dar el perfil necesario y dejarte las pelotas. 

  Hasta que llegas al techo de cristal. 

El techo de cristal es un concepto maravilloso que, básicamente, detiene tu progresión profesional. Los motivos pueden ser variopintos, tanto externos como internos: llegas al límite de tus capacidades en ese ámbito, falta formación, no está o no existe el puesto que quieres, no estás dispuesto a ofrecer lo que el puesto requiere... Mil cosas. 

El punto es que, cuando llegas a este techo, el universo se vuelve horizontal. El progreso, la ambición, el aprendizaje y la motivación entran en un plano diferente. Se empieza a buscar pequeños logros o pequeñas recompensas que hagan que lo demás merezca la pena y entras en la zona de confort. Se puede ver desde un prisma más romántico o más terrenal. Desde un lugar en la vida en la que te conformes o desde un lugar en el que te revuelvas. Pero la realidad es la misma: te estancas. 

La vida en este planeta se rige por unas cuantas normas muy básicas. La que nos preocupa en esta reflexión mañanera es la que te asegura que, todo lo que no está creciendo o avanzando, está cayendo o muriendo. No hay término medio. No existe la estabilidad, el mantenimiento o la congelación.  

 Si no aspiras a ser mejor, acabarás yendo a peor. Y por eso estamos hoy aquí.  

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