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Cierra la boca, que tu cuerpo ya lo ha dicho todo
La diferencia entre ser creído o ignorado no está en tus palabras, está en cómo te mueves.
A principios de año tuve un ataque de un comercial de puerta fría.
Un ataque comercial, por supuesto.
No físico.
Me intentó vender sus productos.
Te lo cuento:
A este caballero le vino Dios a ver porque, no sé tú, pero rara vez atiendo a un comercial que viene a la puerta de mi negocio a contarme sus movidas.
Se choca con un muro infranqueable en la persona que atiende fuera y, salvo milagrito, un mail es todo lo que obtiene para que me cuente sus productos o servicios.
Si eres comercial, lo siento. La puerta fría ya sabes cómo es.
El tema está que, cuando acudió, me pilló justamente ahí y no tuve una escapatoria. Me lo comí de lleno y se me planteaban dos opciones:
Mandarle a fregar descaradamente.
Ya que estaba, escuchar su propuesta y listo.
Opté por la segunda opción.
El buen hombre me tuvo entre 10 y 15 minutos contándome su catálogo entero de productos, que me fue explicando uno a uno de la mejor manera que pudo.
Y digo esto porque eran productos deportivos y, de eso, sabemos un rato en los gimnasios.
El producto podía ser la leche y, lo que me contaba, parecía que tenía sentido, pero solamente podía percibir una cosa:
No estaba seguro de lo que estaba vendiendo. No venía convencido y, mucho menos, listo para convencerme.
Mirada baja casi todo el tiempo, muchas frases sin acabar, tono de voz dubitativo…
Por muy buenas que fueran sus palabras, su lenguaje corporal decía algo completamente distinto: “No estoy seguro de lo que digo. No confíes en mí.”
Y es que el cuerpo siempre habla.
A veces más alto que tus palabras.
Si tu postura, tus gestos y tu tono de voz no acompañan, todo tu discurso se va a la mi€rda. La gente no cree lo que oye, cree lo que ve.
La buena noticia es que no necesitas ser un orador profesional para mejorar tu lenguaje corporal.
Solo tienes que empezar a ser consciente de lo que estás haciendo. Aquí van algunos ajustes simples que marcan una diferencia brutal:
Primero, míralos a los ojos. No, no como un psicópata a punto de cometer un crimen, pero sí lo suficiente para que sepan que les prestas atención. Evitar el contacto visual es como decir: “Esto no me importa tanto como debería.”
Segundo, relaja las manos, pero úsalas para reforzar tus ideas. Hablar con las manos no solo es natural, es útil. Ayuda a enfatizar lo que dices… siempre y cuando no parezca que estás dirigiendo el tráfico.
Y tercero, ponle intención a tu voz. Porque lo que dices importa, pero cómo lo dices importa aún más. Usa pausas, varía el ritmo, deja espacio para que lo que dices tenga peso.
Incluso el silencio bien usado puede ser más poderoso que mil palabras.
Tu lenguaje corporal no es un complemento; es parte de tu mensaje. Si logras alinear lo que dices con lo que transmites físicamente, no solo te escucharán, te creerán. Y en un mundo donde todos hablan, ser creído es lo que realmente importa.
Así que la próxima vez que hables, pregúntate: ¿qué está diciendo mi cuerpo? Porque, te guste o no, siempre está hablando.
Nos vemos en la próxima reflexión.
O no.
P.D.: Si este correo te ha hecho pensar en cómo usas tu cuerpo al comunicar, compártelo con alguien que también podría beneficiarse. Porque al final, todos podemos aprender a hablar más con menos palabras.
P.D.2: si eres el amigo, pincha aquí.